​​A los diez años mi padre me mandó escribir 500 veces “Eres una gorda repelente” por motivos que no vienen al caso. Creo que ese día decidí hacerme escritor.

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A los doce años me operaron de los pies, de los dos, circunstancia que me tuvo un mes en un hospital y dos más en casita sin ir al colegio. Conseguí una destreza con la silla de ruedas y con las muletas que espero no tener que volver a demostrar.

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A los diecisiete comencé a practicar taekwondo. Repartí coces durante años. Aún me dura el instinto, pero no la flexibilidad.
 

Recién cumplidos los dieciocho me declararon inútil, así que me libré de la prestación social, ya que la mili jamás la hubiera hecho.
 

A los dieciocho me matriculé en Biología. Tras un año de huelgas y manifestaciones (y de ver que la carrera poco tenía que ver con Félix Rodríguez de la fuente) abandoné y me matriculé en Psicología. Ni el baloncesto ni el mus pudieron impedir que acabara, sólo que tardara un poco más de lo adecuado.
 

A los veintitrés ingresé en el coro Francis Poulenc como tenor, y allí sigo hasta que me echen.
 

A los veinticinco años acabé mi primera novela, La tinta azul del espíritu, un tocho infumable que jamás verá la luz, entre otras cosas, porque se me olvidó hacer una copia de seguridad y el original yace en el limbo de los PC.
 

Tras acabar la carrera pasé años acumulando estudios de posgrado y trabajando gratis, como casi todos los psicólogos de pro. Me especialicé en psicología del deporte y aguanté en ese campo hasta que desistí. Años después retomé la psicología como formador. Y a eso dedico algo de tiempo todavía, a formar formadores.
 

Sobre los treinta y tres empecé a tener problemas con mi oído izquierdo. Ahora tengo una sordera mixta irreversible por la zona zurda que no me impide hacer vida normal, pero me obliga a elegir bien mi sitio en la mesa si quiero escuchar a todos los comensales.
 

Ingreso en el mundo de la edición a los treinta y seis, como corrector, redactor, editor y chico de la limpieza.
 

A los treinta y siete me publicaron La tinta azul de la memoria en una editorial que prefiero no nombrar para que no se me revuelvan las tripas. La novela está descatalogada pero aún poseo ejemplares que voy colocando poco a poco. No descarto rescatarla del olvido con una pequeña autoedición para que la novela por fin reciba algo de cariño editorial, aunque lo tilden de masturbación.

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Poco después contrato a una musa que aún no me ha abandonado sin necesidad de atarla a la pata de la mesa del despacho.
 

En 2008 fundo, junto a dos amigos/socios, la librería la Clandestina y Editores Policarbonados. Soy librero hasta febrero de 2011, fecha en la que la Clandestina pasa a mejor vida y Editores Policarbonados se reencarna en Talentura, la editorial que aún sigue en pie y a la que dedico casi todas las horas del día.
 

Y antes y durante y después no dejo de escribir, principalmente novela, pero cada vez coqueteo más con el relato. Publicar, lo justo: en una de las pestañas de esta web podréis constatarlo.
 

A modo de resumen, soy psicólogo, editor, escritor, zurdo, medio sordo y republicano.

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